Por: María Paula Cáceres
Sin duda hoy en Colombia se está haciendo historia. Para nadie es un secreto que hoy nuestra nación es tendencia mundial y me duele que sea por hechos tan lamentables como el asesinato y desaparición de civiles que salieron a protestar por el futuro de su país, de nuestro país.
Parece sorprendente que las noticias del mundo de hoy conozcan a esta nación indivisible y doliente por las dicientes imágenes de los conflictos entre la policía y el Esmad contra los civiles. Parece inaudito que mientras famosos y medios internacionales muestran sin escrúpulos lo que ocurre en Colombia, muchos de nuestros compatriotas guardan silencio frente a la difícil situación que atraviesa nuestro país.
Es lamentable entrar a las redes y ver los millones de vídeos que muestran lo que ocurre en las calles de mi país pues me resulta difícil creer que muchos ciudadanos por medio de transmisiones en vivo en Instagram sí sean capaces de mostrar lo que ocurre en cada una de las protestas al momento en el que miles de ciudadanos están luchando por sus derechos, mientras los medios nacionales afirman que en medio de las protestas pacíficas “se celebra la caída de la reforma”. Ya los colombianos no solo luchamos por la reforma tributaria, sino que salimos por aquellos que ya no están, por la violencia que inunda nuestras calles, por la corrupción y por las masacres. Actualmente hay muchas razones para estar inconformes pero sobre todo, hay razones para buscar soluciones.
Por otro lado, no podemos ser indiferentes al riesgo que representan estas protestas, pues el virus sigue ahí, pero el hambre, la corrupción, la pobreza y el abuso de la fuerza también, y estos muchas veces son más peligrosos que esta pandemia.
Hoy me duele mi país. Colombia no son los gases lacrimógenos del ESMAD, ni las balas de la policía, ni los vandalismos de las ciudades. Colombia no es la corrupción, y mucho menos es violencia. Nuestro país es cultura, diversidad, unión, solidaridad, alegría, pasión, fuerza, valentía. Nuestro país son las ganas de salir adelante. Así, Colombia debe ser paz y transparencia, debe ser la nación de todos, no solo de unos pocos. Ahora más que nunca es momento de construir, no de dividir en polémicas ni de radicalizar la política. El mensaje es claro y contundente: no más violencia, no más sangre ni de policías ni civiles.
Ya lo último que me queda por decir es que estos últimos días el pueblo colombiano se ha hecho oír y eso me enorgullece, quizá hoy somos tendencia por una situación que nos duele y a la que no podemos ser indiferentes, pero no perdamos esa esperanza y verraquera que nos caracteriza desde Leticia hasta La Guajira.
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