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El teléfono roto de Nariño

Foto del escritor: Vox NostraVox Nostra

Actualizado: 8 ago 2021

Por: Daniel Lesmes Cantillo




Imagen tomada de Forbes Colombia


Mucho eco se ha estado haciendo sobre la imparable carrera por llegar a la Casa de Nariño en 2022, y no siendo para más, pues estamos en un momento decisivo para el espectro político de La Nación. Desde ya hace tiempo se han empezado a escuchar sobre las intenciones de voto, las reuniones de los aspirantes y más importante, la opinión de las voces más influyentes sobre el camino que debería seguir el país. Sin embargo, parece que, a los ojos del público, los votantes que decidiremos sobre el futuro durante los próximos cuatro años, el panorama no es ni claro, ni conciso.


En este momento las grandes figuras ya han empezado a mover sus hilos, proponiendo ideas, comentarios y hasta hashtags al respecto; la carrera comenzó desde temprano, pero aun así parece que no todos se deciden. Por un lado, los partidos alternativos han sacado sus cartas: una agenda ecológica, el respeto por todas las formas de vida, la economía, y hasta la forma del himno; mientras que, por otro lado, los partidos tradicionales han planteado una agenda que, si bien no es disímil, se fundamenta en una misma idea fundamental: la unidad del Estado con las personas. La crisis institucional no se había visto tan reflejada desde las discusiones sobre la reelección, y esto es en respuesta a la serie de problemas que hemos estado enfrentado: la violencia desmesurada, los choques de opiniones en donde se esperaría que los gobernantes estuvieran de acuerdo, una pandemia que ha puesto en duda la capacidad estatal para responder a los problemas, y un sinfín de medidas económicas que, si bien necesarias, dudosas.


Es así, que el factor común es claro, sea cual sea el resultado del 2022 se espera un Estado real. La falta de estructura del mismo ha reflejado que hasta los “amigos” del gobierno se hagan los sordos, o incluso, manifiesten su descontento públicamente. Esto deja mucho que pensar para las presidenciales, pues mientras algunos ya empezaron a promocionar sus imágenes, vemos un quiebre en la manera que se ha concebido a la figura del Estado; no como garante de derechos y garantías, sino como el padre que critica, regaña, y escucha poco.


Entonces quedan dos preguntas en el aire, ¿cómo legitimar al Estado y sus decisiones? Y más importante ¿entendemos el tipo de Estado que queremos? La discusión perdió su validez sobre quién será, sino en qué hará, y eso, es lo más difícil. En cierta forma, la pandemia ha funcionado para revelar las “jugadas” que podríamos ver en el año próximo, y no siendo para más, el panorama ha estado muy nublado. No solo es un problema de comunicación entre las decisiones y lo que se hace, es más un estado de desconexión entre el mundo real y lo que el plan promocionaba; cuando dicen que debemos mirar el 2022 con cuidado, no debería entenderse que nuestra vida como republica depende de ello, sino que estamos conduciendo con las luces apagadas, y el camino no es recto.




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